GT 15 Inequality

La inequidad monetaria no es un problema de los últimos tiempos lleva existiendo con mayor o menor severidad desde hace varios siglos, pero cobra relevancia, sobre todo, en épocas de cambios y de propagandas políticas. No tengo intención alguna de involucrarme en ese lodazal embarrado de individualismos, egos y mentiras (de todos y cada uno de los lados), si no que busco con este artículo abordar el tema desde una perspectiva constructivista, sensata y alineada con el futuro que ya empezó.

Creo que este tema es tremendamente relevante porque si seguimos pensando que los cambios van a venir de quien esté en el poder, de cambios en la política de impuestos, de redistribuciones, de un gran “borrón y cuenta nueva”, de defender a capitalistas, de proteger las fortunas heredadas, seguiremos generando más odio y división, cómo si el mundo no estuviera ya indigesto de las mismas.

Más allá de estar de acuerdo con una u otra de las propuestas, creo que la respuesta yace en todas. En unas con voz fuerte y preponderante, en otras como un susurro secundario, pero si en algo estamos todos de acuerdo, es en que una de las soluciones y aquella en la que yo fervientemente creo, es el cambio educativo.

La diferencia de oportunidades, contactos, conocimiento y desarrollo de habilidades son, por lo bajo, una de las raíces fundamentales del problema y como menciona Mc Closky (1), la batalla no debiera estar en bajar a los que están “arriba”, sino en dar las herramientas, el conocimiento y las “capacidades” necesarias a los que han estado económicamente en desventaja para que tengan la misma oportunidad que todos de “subir”.

Para poder contextualizar mi propuesta debemos tomar en cuenta el momento histórico en el que nos encontramos. Es real que hoy existe una diferencia importante entre los que tienen mucho y los que tienen poco (hablando de dinero y activos, para no enredarnos con una perspectiva más filosófica de lo que es “tener” ... aunque me encantaría). Es real que no hay igualdad de oportunidades y que se favorece a los que ya tienen. Es también real que la tecnología está avanzando exponencialmente y que está tendiendo a la democratización.

Es real que la educación tradicional está obsoleta y que las enseñanzas impartidas no solo no están preparando a las generaciones que vienen para el mundo incierto y cambiante, sino que acentúa el problema de inequidad del que estamos hablando al promover el individualismo por sobre lo colectivo, la rivalidad sobre la colaboración, la rigidez por sobre la innovación.  No solo se está equilibrando pobremente el contenido, sino que además se imparte inequitativamente según la zona en la que se viva o el dinero que se posea.

Ivan Illich (2) lleva diciendo desde los años 70’s que las escuelas (tradicionales) limitan a las personas viviendo en pobreza a tomar control de su propio aprendizaje... que la escolarización obligatoria inevitablemente polariza a la sociedad y clasifica a las diferentes naciones de acuerdo a un sistema internacional de castas.

Si bien Piketty, Topel y Murphy tienen argumentos diferentes frente a la inequidad, todos concluyen que se debe invertir en el capital humano, mejorar el desarrollo de habilidades y fomentar una mejor educación. (Howard R. Gold, 2015) (3). Aquí concuerdo plenamente y creo que donde vale la pena detenerse, es en el tipo de educación que se debe impartir para generar ese cambio. Puesto que no solo es lograr que todos tengan acceso a “una” educación, ni que todos puedan costear una “educación superior”. El tema más relevante aquí, es en QUÉ va a consistir esa educación. Qué se les va a enseñar, o más alineado a lo que pienso del ser humano, de qué manera vamos a permitir y guiar el desarrollo del potencial que ya poseen intrínsecamente todas las personas.

Utilizando los términos de los que habla McCloskey en su artículo, quisiera ahondar en la igualdad, libertad y justicia desde el enfoque educativo.

Empecemos por igualdad. Propongo que en vez de centrarnos en que todos aprendan lo mismo, al mismo tiempo y en el mismo lugar y llamar a eso igualdad de oportunidad, ofrecer, en vez, un “espacio de aprendizaje” que permita a las personas fluir desde su propia curiosidad y capacidad creativa. No imponer, facilitar. Enseñar el importante lenguaje de la tecnología y el cómo usarla para maximizar el potencial, pero sobretodo enseñar sobre la propia humanidad, la fuerza de la colectividad y la conectividad, impulsar hacia la pericia en el autoconocimiento, generar pensadores críticos y curiosos que sepan reconocer sus fortalezas y se sepan “ver” en los demás. Esto último es fundamental para el desarrollo de la empatía, el fomento del trabajo con los demás y la eventual posibilidad de vernos en igualdad ante la ley y en igualdad en nuestra dignidad social lo que, a su vez, como menciona McCloskey potencia la creatividad y maximiza la energía de las personas mientras nos permite vivir en armonía.

Hablemos ahora de libertad, que la educación ofrezca libertad para cuestionar, libertad para crear, libertad para escoger de qué manera y en qué formato quiero aprender, sobre qué tema quiero explorar y qué camino quiero tomar para adquirir más conocimientos. Libertad para escoger si quiero aprende sentado, de pie o en movimiento. Libertad de escoger de quién quiero aprender. Esto no se consigue con instituciones cerradas sino con espacios abiertos, con el uso de la tecnología, el libre acceso a información, a cátedras y a pláticas inspiradoras. Con la posibilidad de intercambiar ideas, argumentarlas, desarrollarlas y enriquecerlas con la visión de los demás. Se consigue con personas que saben facilitar en vez de dictaminar, permitir en vez de manipular, guiar en vez de imponer.

Pero la libertad sin el fomento del pensamiento crítico y sin la enseñanza y confianza para la autogestión tampoco nos llevan muy lejos. Debemos infundir seguridad en las personas al bien venir las diferencias, al no discriminar (ni por género, capacidades, color, raza ni religión), al ver las pequeñas o grandes diferencias como sellos personales que nos hacen únicos y que nos permiten aportar desde visiones diferentes.

En cuanto a la justicia, es solo “justo” que este tipo de educación y de libertad de aprendizaje sea accesible a todos, independiente del estrato social y el lugar donde se viva. El aprendizaje humanizado y de calidad debiera ser un derecho inherente puesto que todo ser humano posee la misma dignidad y tiene el mismo derecho a potenciar al máximo sus habilidades y oportunidades.

El resultado de este tipo de educación se traduciría en seres humanos seguros de sí mismos, conocedores de sus emociones, sus miedos y sus diferentes tipos de inteligencia (mental, emocional y visceral), el cómo acceder a ellas e interpretarlas. Seres humanos empáticos y respetuosos de su libertad y de la de los demás, seres humanos colectivos y colaboradores, críticos y creadores. Conscientes de lo que los rodea, de las consecuencias (positivas o negativas) de los actos y de los beneficios de un bien común.

Esto no solo debiera ser posible, sino replicable y llevaría inequívocamente no solo a una disminución de la inequidad, sino también a un aumento del bienestar general y una mejor calidad de vida que ya no se reserva a unos cuantos, sino que se posibilita como un derecho a “unos todos”.

Allen en su libro “Educación y Equidad” (4), argumenta que la educación juega un rol fundamental en el cultivo de la equidad política y social y en la justicia económica. Su enfoque humanista propone reorientar la trayectoria educativa hacia alistar a los estudiantes para vivir como ciudadanos democráticos, entendiendo democracia como una forma de convivencia social en la que los miembros son considerados libres e iguales.

Las ideas liberales son las que nos permitirán re-construir, re-volucionar, re-crear, re-nacer. Si seguimos intentando las mismas prácticas esperando resultados diferentes, estamos destinados a seguir fracasando.

 

Alejandra Costa P. (Gamma)

 

Referencias:  

1) McClosky (2016) https://www.nytimes.com/2016/09/04/upshot/the-formula-for-a-richer-world-equality-liberty-justice.html?_r=0

2) Danielle Allen (2016) “Education and Equality”

3) Howard R. Gold (2015) http://review.chicagobooth.edu/magazine/spring-2015/how-piketty-is-wrong-and-right

4) Ivan Illich (1970) “Deschooling Society”

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