La humanidad comienza a tomar distintas posiciones con respecto a uno de los temas más discutidos y desarrollados por los grandes pensadores de la metafísica: el sentido de la vida y la muerte. Existe la idea biológica de que los seres vivos mantenemos un ciclo en el cual nacemos, nos desarrollamos hasta llegar al punto más alto de nuestra capacidad física (en el cual nos debemos reproducir), para después empezar una decadencia natural hasta el día de nuestra muerte.
La metafísica intenta contestar las cuestiones fundamentales que nacen a partir de la acción de vivir éste ciclo: -¿Para qué estamos aquí? - ¿Cuál es el sentido de la vida? - ¿Cuál es el sentido de la muerte? - ¿Cuáles son los principios y causas del mundo?- Un concepto principal de esta rama de la filosofía es el alma. Aristóteles define el alma como “el acto de un sujeto natural orgánico que tiene la vida en potencia”.[1] De tal manera, éste filósofo de la Antigüedad entiende que el cuerpo existe en la existencia de su acto o alma. También explica que todo ser vivo tiene un alma que se manifiesta en cada una de nuestras células. El movimiento es un concepto esencial para entender la vida, ya que gracias al cambio constante que vivimos entendemos el ciclo biológico de nuestras vidas. El momento en el que un organismo deja de moverse, es el mismo momento en el que muere. Por consiguiente, desde el punto de vista de la metafísica de Aristóteles, todo organismo o “sujeto natural orgánico” esta condenado a la muerte.[2]
Sin embargo, la modernidad se ha encargado de depositar todas las esperanzas de la humanidad en los avances de la ciencia, siendo la tecnología su principal herramienta. Son éstos avances los que han permitido crecer la esperanza de vida de manera importante. A pesar de todas las cuestiones que la ciencia a logrado contestar, sigue habiendo una enorme inquietud humana por saber cuál es el sentido de nuestra existencia y cuál es su sentido después de la muerte.
En el artículo “Camus y el mito de Sísifo: Lo absurdo que es vivir, el suicidio y una salida”, publicado en Creators, Sergio Pérez Gavilán, explica, a partir de las ideas de Albert Camus, que, al final de cuentas, la búsqueda por la respuesta de estas inquietudes humanas no tienen sentido, además de que resultaría insatisfactoria cualquier respuesta. El simple ejercicio de buscar un sentido a la vida nos lleva al absurdo, uno de los conceptos más importantes del filósofo existencialista. Es absurdo ante una falta de comprensión del mundo que nos rodea. Pérez Gavilán entiende a Camus, explicando que el humano tiene una tendencia irreparable a buscarle un orden, un sentido a las cosas. Camus se interesó por la idea del suicidio y creía que el acto suicida era una confesión ante esta visión de lo absurdo que es la vida; una vez que el suicida acepta que no puede responder a la pregunta -¿Para qué estoy aquí?- se ve sobrepasado por la vida. Ahora bien, a la cuestión de -¿Por qué nos aferramos a vivir?- Camus argumenta que “en el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del cuerpo equivale al del espíritu y el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar. En la carrera que nos precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo conserva una delantera irreparable”.[3] Es ésta carrera que llevamos hacia la muerte, la que la ciencia y sus avances tecnológicos intentan prolongar día con día.
Es evidente que los alcances de la ciencia y su tecnología no están definidos en su totalidad. La ciencia ha demostrado avances, muchas veces “inimaginables”, que abren la puerta a nuevos horizontes de oportunidad. Mencioné previamente que “comenzamos” a tomar distintas posiciones, ya que comparado con la existencia de la humanidad en el planeta, el poco más de medio siglo que llevamos investigando y avanzando el concepto de la Criónica, es un periodo corto. Según indica el Cryonics Institute la Criónica implica enfriar a una persona recientemente fallecida a temperaturas de nitrógeno líquido con el fin de mantener el cuerpo conservado indefinidamente. Su objeto es mantener al paciente conservado hasta que la ciencia sea capaz de reparar o reemplazar tejidos vitales y en última instancia revivir al paciente.[4] Es aquí donde creo necesario hacer reflexiones para intentar dimensionar la magnitud de estos objetivos.
Como primera reflexión creo necesario entender la separación que existe entre detener el proceso de la muerte y alcanzar los avances necesarios para revivir un ser humano. Parece absurdo apostar por un método que aún sigue sin responder preguntas básicas para sentir cierta seguridad en ésta inversión. Tim Urban, autor del artículo “Why Cryonics Makes Sense”, publicado en la WWW por waitbutwhy.com, se burla de forma sarcástica de estas seguridades. Habla sobre el momento del futuro en el que podamos ser revividos y pone en tela la condición “¿Seremos revividos por las personas que, en su momento (cuando sea posible revivir), tengan la decisión?” Urban menciona que seríamos como animales de granja, en teoría tendríamos derechos, pero sin la habilidad de luchar por nuestros propios derechos, tendríamos que confiar en otras personas para luchar por esos derechos por nosotros.[5] Es igual de absurdo a la idea que expone Camus en su novela “El extranjero”, cuando el personaje principal reflexiona encontrándose en el banquillo de acusado: “…me sentía tentado a veces a intervenir (durante el juicio) y mi abogado me decía entonces –Cállese, será mejor para su causa.- Parecía como, si de algún modo, el proceso se llevase dejándome fuera. Todo se desarrollaba sin mi intervención. Se decidía mi suerte sin contar conmigo.”[6]. Me parecería imprescindible, para las personas interesadas en la Criónica, como mínimo, el desarrollo y conclusión de un pacto que intente cerciorar el proceso. De igual manera, creo que es un punto que muestra de manera sencilla y realista, que la Criónica es aun una idea en desarrollo y que para que extienda sus objetivos a nivel mundial, le falta formarse por más tiempo.
Otra cuestión que se debe responder con respecto al objeto del instituto, es la definición de muerte. Tim Urban, en su artículo, deja claro que para los institutos dedicados a la Criónica, la muerte es un proceso y no un evento único[7], argumentando que la mayoría de los tejidos del cuerpo se mantienen intactos a nivel celular, incluso después de que el corazón deja de latir, por lo que el objetivo de los institutos dedicados a la Criónica es buscar detener el proceso de la muerte tan pronto como sea posible después de la “muerte legal”, dando a los futuros médicos la mejor oportunidad de revivir al paciente.[8] Aquí entra mi reflexión principal sobre la Criónica, ya que, visto desde otro punto de vista, ésta intenta eliminar la muerte del ciclo biológico. Si la ciencia consigue el objetivo de revivir y rejuvenecer, la muerte se convertiría en una opción y no sería una parte inevitable de la vida. Por lo tanto, una de las cuestiones fundamentales de la metafísica y de las culturas a nivel mundial, se vería sumamente cuestionada por el uso de esta tecnología. La búsqueda del sentido de la vida ya no tendría el límite natural de la muerte. Si como humanidad eliminamos el límite natural e histórico de la muerte, cabe la posibilidad de que se invalide y re-cuestione toda la filosofía universal e histórica desarrollada antes de dicho acontecimiento. Me parece completamente válido y necesario cuestionar…
-¿Seguiríamos buscando un sentido a la vida u olvidaríamos todo sentido de la vida?-
[1] El problema de la muerte desde el punto de vista de la metafísica, Clarence Finlayson, Universidad Central, Caracas. http://www.filosofia.org/aut/003/m49a0748.pdf
[2] Ibid.
[3] https://creators.vice.com/es_mx/article/wn4g9m/camus-y-el-mito-de-sisifo-lo-absurdo-que-es-vivir-el-suicidio-y-una-salida
[4] http://www.cryonics.org/about-us/
[5] https://waitbutwhy.com/2016/03/cryonics.html
[6] El extranjero, Albert Camus, pág. 99-100, Alianza Editorial
[7] https://waitbutwhy.com/2016/03/cryonics.html
[8] http://www.cryonics.org/about-us/